No tenemos vacunas a la vista y el presidente Sagasti no pueda anunciar nada concreto respecto de cuando cerraremos acuerdos y cuándo se podrá iniciar una vacunación masiva en el Perú. 

Durante meses Vizcarra nos meció con anuncios de firma de contratos, llegada de vacunas, e inicio de campañas. Era todo humo. El Congreso de la República –ocupado en proteger corruptos, organizar golpes de estado y hacer populismo electoral- ignoró una propuesta de norma del Ejecutivo pata acelerar la aprobación de nuevas vacunas en el Perú. Pero eso no justifica la ineptitud del Ejecutivo para actuar oportunamente.

La ministra de Salud, Pilar Mazeti, no es capaz de explicar de manera detallada y consistente cómo hemos llegado a esta situación. Estuvo a cargo del Comando de Operaciones COVID-19 desde abril de este, año cuando Victor Zamora era ministro de Salud, y a partir del mes de julio asumió el ministerio. Es decir, ha estado al tanto de todo lo hecho y lo no hecho en el terreno de las negociaciones para comprar las vacunas. Su silencio y su permanencia en el gabinete son inentendibles.

En este escenario, es preocupante que se pueda producir una segunda ola de contagios y de muertes. Es lo que está ocurriendo en los Estados Unidos y varios países de Europa, como consecuencia de la presión por abrir las economías y del inicio del invierno y sus epidemias de gripe. En países del hemisferio sur como el Perú el clima juega a nuestro favor, pero el ingreso a la fase 4 de la reactivación, la congregación masiva de compradores y vendedores en mercados y centros comerciales formales, informales para la campaña navideña y las reuniones familiares propias de las fiestas, jugarán en contra. No sé sabe si habrá una segunda ola propiamente hablando, pero parece inevitable un recrudecimiento de los contagios y las muertes, algo que se podría haber evitado al menos en parte si hubiésemos ya iniciado las campañas de vacunación. ¿Quién se hace responsable?

El presidente Sagasti y la primera ministra Bermúdez tienen que ponerse al frente de la pelea por cerrar contratos y asegurar vacunas, lo más pronto posible. El tiempo apremia y no hay excusas.