En el 2020, el Presidente Vizcarra enfrenta retos de gran importancia. De un lado, mantener políticas que merecen todo el apoyo ciudadano, como la lucha contra la corrupción, la reforma judicial y política, el enfoque de género en la educación, la erradicación de las universidades bamba. Del otro, dar respuestas nuevas a viejos problemas frente a los cuales sus políticas han sido más de lo mismo y no están sirviendo para nada: seguridad (la de todos y sobre todo la de todas), economía y empleo, reconstrucción. 

El nuevo Congreso debe revisar las decisiones tomadas por el Poder Ejecutivo en estos meses, fiscalizar lo que haga hasta Julio del 2021, y legislar, frenando la impunidad, relanzando las reformas judiciales y políticas, y cuestionando la continuidad de políticas económicas y laborales neoliberales.

Pero lo más importante del 2020 será dar forma definitiva a los proyectos políticos que competirán por ser el Gobierno del Bicentenario.

Sin Alan y con Keiko políticamente herida de muerte, nuestras mafias empresariales y estatales, nuestras iglesias fundamentalistas y nuestra ciudadanía conservadora tendrán que ver quien las representa en el escenario político que de nuevo le presentan a una ciudadanía que solo hace muy poco ha celebrado de defenestración del Congreso de la República.

Habrá que ver también si el Partido Morado ya es la forma organizativa y Julio Guzman el líder del proyecto liberal, o si otras organizaciones y otros liderazgos competirán por ese espacio organizativo y ese liderazgo. Sea como sea, es de esperar desde este espacio una reafirmación en sus valores liberales en la política. Pero su reto más grande será responder al agotamiento del neoliberalismo económico, con alternativas para generar empleos decentes, para regular monopolios y oligopolios, para reformar la tributación de manera progresiva, para superar el modelo primario exportador anclado en la gran minería, para combatir la desigualdad.

Para la izquierda, el reto es construir un proyecto de izquierda-centro. Léase bien. No de centro-izquierda, sino de izquierda-centro. No para ser ala izquierda de un proyecto de centro liberal, sino para atraer sectores de centro y liberales a un proyecto político de izquierdas. Que apuesta por igualdad, que proteja el medio ambiente, que frene el calentamiento global, que afirme la plurinacionalidad. Pero que también sea intransigente en la lucha contra la corrupción y la defensa de valores liberales que nuestras derechas pacatas y conservadoras nunca asumieron como suyas. Y que ofrezca seguridad y estabilidad a las clases medias de antes y a esas nuevas que han surgido con el ciclo de crecimiento que acaba de terminar. Ese es el reto. Veremos qué pasa.