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Transición energética, nuevo ciclo minero e impacto sobre nuestros territorios

Temas para el debate

Publicado: 2018-07-03

Es cada vez más claro que -si queremos mantener el calentamiento global bajo control y así evitar un desastre ambiental y social de proporciones catastróficas- hay que reducir de manera sustantiva el consumo de carbón y petróleo, que son las fuentes de energía que emiten más gases de efecto invernadero.  

Para lograr esa reducción es necesario reemplazar la energía fósil por otras energías que sean limpias y renovables, como las generadas por paneles solares, molinos de viento, y turbinas en el mar; es necesario construir masivamente baterías para su almacenamiento y cables para su transporte; y es necesario reconvertir nuestros medios de transporte (automóviles, camiones, aviones, barcos) y de producción -que hoy usan motores y máquinas a combustión- para el uso de electricidad generada por estas nuevas fuentes.

En este escenario, se habla ya de la inminencia de un nuevo ciclo minero debido a la demanda por minerales tradicionales (cobre y plata, por ejemplo) y tierras raras (litio y cadmio, por ejemplo) que se necesitan para construir esos paneles, esos molinos, esas turbinas, esas baterías, esos cables, esos motores, y esas máquinas.

Ya en el 2014, la ONG ambientalista internacional World Wildlife Fund publicó un estudio sobre las tierras raras o minerales críticos que serían necesarios para un “futuro energético 100% sostenible” (http://wwf.panda.org/?216618/WWF-report-Critical-materials-for-the-). El Banco Mundial ha publicado más recientemente su propio reporte al respecto, estimando la nueva demanda y precios por los minerales tradicionales y tierras raras y ubicando los países en donde existen reservas de los mismos (http://documents.worldbank.org/curated/en/207371500386458722/pdf/117581-WP-P159838-PUBLIC-ClimateSmartMiningJuly.pdf).

Entre los minerales tradicionales y las tierras raras que verían elevar su demanda y precios como consecuencia de la transición energética, están el aluminio y la bauxita (su componente principal), cobalto, cobre, hierro, plomo, litio, níquel, manganeso, platino, plata, acero, titanio y zinc, y tierras raras como cadmio, molibdeno, neodimio, e indio.

A nivel global, China tiene las más grandes reservas de tierras raras del planeta y está liderando en la fabricación y exportación de fuentes de energía limpia. En América Latina el país con más reservas de estos minerales tradicionales y tierras raras es Brasil. Argentina, Bolivia y Chile comparten una gran reserva de litio. El Perú tiene reservas de cobre, plata, plomo, zinc, molibdeno, y cadmio.

Algunos temas para el debate.

Primero, es necesario comparar la generación de gases de efecto invernadero de estas nuevas tecnologías con aquellas basadas en uso de energías fósiles, pero considerando no solamente la emisión durante el uso del motor o maquina eléctrica, sino también la emisión de gases durante el íntegro del proceso de extracción, procesamiento y transporte de los metales y tierras raras usados en la construcción de ese motor o esa máquina. Y también durante el proceso de generación de esa electricidad, especialmente si para ello se usa carbón o petróleo.

Segundo, hay que ver de qué estimados de demanda estamos hablando. Estudios como los del Banco Mundial se basan en proyecciones de una demanda de energía que corresponde a los actuales patrones de consumo. Así, la proyección de las demandas de cobre para carros eléctricos en los Estados Unidos se basa en la continuidad de la primacía del uso del auto particular, pero no en escenarios de masificación del transporte público. En el caso peruano, por ejemplo, necesitaríamos extraer mucho más gas e invertir mucho más en energías alternativas si se mantiene el actual patrón de uso del automóvil particular, pero necesitaríamos mucho menos gas si lográsemos hacer una reforma que privilegie el transporte masivo urbano sobre el auto particular. Las visiones de la futura demanda por minerales tradicionales y tierras raras están pues íntimamente ligadas a los patrones de consumo y estilos de vida que se proyecten hacia el futuro.

Tercero, hay que preocuparse desde ahora mismo por el destino final de la chatarra electrónica que el creciente uso y rápido deshecho de aplicaciones electrónicas viene generando. Decenas de millones de toneladas de aparatos electrónicos son desechados anualmente. Una parte importante se vende a países como Ghana, que compran esa basura para reciclarla, y la mayor parte no son reciclados ni almacenados adecuadamente, y sus componentes tóxicos terminan en la tierra, el aire y el agua, contaminándolas y generando serios problemas de salud pública. Lo mismo ocurrirá con la ya masiva pero creciente producción de paneles, molinos, turbinas, y baterías necesarias para la producción de energías limpias, si desde ya no se planifica la adecuada gestión de esos desechos.

Cuarto, es necesario preguntarse por las condiciones en que nuestros países enfrentarán ese posible nuevo ciclo minero. Ya hay ejemplos de cómo la extracción de tierras raras para la fabricación de celulares en República Democrática del Congo (https://www.amnesty.org/en/latest/news/2016/01/child-labour-behind-smart-phone-and-electric-car-batteries/) y Mongolia (https://www.youtube.com/watch?v=t_UdqZdFr-w) por ejemplo, se está haciendo a costa de desastres ambientales y sociales locales. En Bolivia se puede terminar destruyendo el Salar de Uyuni –una maravilla natural única en el mundo- para extraer el litio que se usa para las baterías de los autos eléctricos (https://www.youtube.com/watch?v=P7bKoAaHXqw)

¿Se justificarán mañana desastres similares en el Perú en nombre de la lucha por mantener el calentamiento global bajo control? ¿Podríamos tener un Madre de Dios de las tierras raras, con destrucción de ecosistemas frágiles, explotación de la mano de obra, trabajo semi esclavo y prostitución infantil como nuestra contribución a la lucha contra el calentamiento global? Esa parece ser nuestro destino si seguimos rebajando nuestros estándares sociales y ambientales para facilitar las inversiones extractivas, como se puede ver en la propuesta de nueva Ley de Hidrocarburos presentada por el Poder Ejecutivo y en debate en el Congreso, que atenta directamente contra el medio ambiente y los derechos de los pueblos indígenas en la Amazonía.

En suma, si se mantienen los actuales estilos de vida y patrones de consumo de energía y nuestros países siguen relajando sus estándares ambientales y sociales, la migración a una nueva matriz energética más limpia para mantener el calentamiento global bajo control puede generar un nuevo ciclo minero social y ambientalmente desastroso para los países y territorios que contienen esos minerales y esas tierras raras necesarias para fabricar paneles, molinos, turbinas, baterías, cables, motores y maquinas. Y puede generar un nuevo problema de contaminación de suelos, aguas y aire por la mala gestión de la chatarra electrónica que genere.

Nos pueden decir que no está en nuestras manos cambiar los patrones de consumo de los países desarrollados y que por tanto la demanda global será la que esos patrones de consumo definan. Pero no hay duda que sí está en nuestras manos definir en qué condiciones sociales y ambientales se han de extraer esos minerales tradicionales y esas tierras raras que el mundo hoy necesita para frenar el calentamiento global.


Escrito por

Carlos Monge

Antropólogo e Historiador. Fanático del Alianza Lima y socialista empedernido. Enamorado de Leda, Lucía, Camilo, Frida y León.


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